lunes, 22 de agosto de 2011

Llegada de la Virgen del Valle. La Leyenda

Régulo F. Hernández C.


Acerca de la presencia de la Virgen en El Valle se ha tejido más de una leyenda popular y varias hipótesis, a veces contradictorias y cercanas a la fantasía, por parte de cronistas y ciertos historiadores. Por más de cuatro siglos la leyenda se anidó en el pueblo. No concebía la gente humilde que la imagen de la Virgen fuese obra de manos pecadoras de hombre alguno.

Esa diosa omnipresente en las tormentas furiosas para el socorro de los hombres que faenan en los mares; en los huertos y conucos para alejar inclementes sequías o salvar los sembradíos de la violencia de las aguas, en obsequio de los labradores que procuran sus divinas bondades; y en momentos de enfermedades para el consuelo de “los que sufren con blanda humildad”, o en las contiendas para animar a “los que luchan con brava entereza” por causas justas. Esa advocación colmada de infinitas bondades, llamada María Natividad del Valle, munificente en eso de donar milagros y hacer prodigios como sagrada taumaturga; no podía haber llegado de España en un barco cualquiera a un puerto de esta Isla.

Ella, portadora de los dogmas de la Inmaculada Concepción y de la Asunción, que le permiten permanente pureza a pesar del parto en la tierra, subir a los cielos cada ocho de diciembre y bajar el primero de septiembre a esta aldea; de allá ha debido venir el primer día de su llegada. Por eso la vieron aparecer entre la blancura de las nubes para guiar al aborigen náufrago; en las cálidas arenas de la playa, donde la recogió la tribu marinera para llevarla a la misteriosa oquedad del templo primigenio, para acompañar el ritual milenario de los Piaches; o entre chigüichigües y zarzales, en piadosa actitud, muy cerca del arroyo, de donde tomó el agua para bendecir esta tierra de El Valle de Gracia. Los hijos de Charaima, en El Valle de Charaguaray, así la miraron en illo tempore, aunque los viejos sacerdotes indígenas hicieron fuerte oposición al recibimiento; pero esos paraguachoanos tan fieles a sus antiguos dioses, después de resistir al cristianismo, al fin acudieron al llamado de Fray Iñigo de Abbad, obispo visitante, en 1773, entonces la acogieron con entusiasmo. Nace de este modo la Virgen Guayquerí y la leyenda adquiere nueva fuerza con el respaldo de la religión triunfante, impregnada, entonces, de la concepción del sincretismo que los jesuitas recomendaban para la evangelización. En tiempos de nuestra niñez era común oír, en boca de los mayores, narraciones en torno de la aparición de Nuestra Señora a los guayqueríes en la cueva de El Piache o en el intrincado bosque que existía en el lugar donde se edificó la iglesia.

Enrique Bernardo Núñez, en su famosa novela “Cubagua”, nos brinda el siguiente relato: “(…) Los indios descubrieron entonces entre las zarzas, junto a una caverna, morada de adivinos, una figura resplandeciente. Tenía un halo de estrellas y un pedestal de nubes. El monte estaba cubierto de infinitas estrellas blancas. Piadosamente la condujeron a un valle y allí erigieron un Santuario”. Francisco N. Castillo, recordando una festividad, escribe: “Entre unos caracueyes la encontraron unos guaiqueríes que hacían leños y cortaban bejucos. Diminuta, sus manitas blancas en actitud piadosa y sonriendo al cielo”. Otros la ven bajando del cielo cual paloma blanca en plena tormenta para salvar al guayquerí náufrago, quien la bautiza con el nombre de “Guaricha del Mar”. La tribu reunida en el cerro de El Piache se entera del milagro y le rinde honores de nueva Diosa. Así nace la Virgen India protectora de Paraguachoa y del mar.

Los cronistas marianos despliegan un amplio abanico de versiones, apoyados en presuntos documentos históricos, pero las más de las veces no arriban a conclusiones convincentes; habida excepción de aquellos que basan sus opiniones en el análisis de los testimonios que reposan en los Archivos de Indias. Veamos muestras de las leyendas en la historia: El articulista José Oliveira, al preguntarse de dónde proviene la Virgen, aventura una dramática respuesta: “Según datos tenidos hoy como razonablemente exactos, la primera noticia que se tiene de la Virgen –hoy de El Valle del Espíritu Santo- es que su trayectoria destinal hasta la isla de Margarita se inició en Jerusalén, cuando las huestes del gran Saladino tomaron la ciudad Santa”. De allí, según el periodista, pasó a Hungría. Luego llega a España y se le ve en Granada; viaja a Malta y sigue a Irlanda. Es trasladada a Venezuela por un sacerdote que acompañaba a Lord Fernando Harry, el abuelo de Mariño, y, por fin, llega a Margarita el ocho de septiembre de 1777. Miguel Hadgialy Divo en “La Virgen del Valle. En la Vida Margariteña” se pregunta: “¿Será esa Virgen, que trajo consigo el joven sacerdote que acompañaba a Lord Fernando Harry, la que hoy tenemos en El Valle del Espíritu Santo…?”. Horacio Bianchi asegura que “la imagen fue traída de la Península en los azarosos días de la conquista por orden del Capitán Fernández de Zerpa, que invocó su protección viéndose perseguido por los cumanagotos (…) quiso ser consecuente con la piadosa Virgen del Valle de Écida cuyo culto conocía desde su tierra lejana de donde hizo traer una reproducción”. Varios autores comparten la opinión de que la Purísima arriba a las playas margariteñas como consecuencia de un naufragio de algún buque español. Las corrientes marinas la condujeron hasta Guaraguao; ahí la encontró un nativo y la llevó a El Valle de Charaguaray.

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