lunes, 24 de octubre de 2011

EL CRONISTA Y SU FUNCIÓN DE APOSTOLADO

(A LA MEMORIA DE ÁNGEL FÉLIX GÓMEZ )
HERACLIO JOSÉ NARVÁEZ 

Tradicionalmente se ha identificado al cronista como un “contador de historias” o “el escritor que narra acontecimientos de interés histórico”. Otros lo han definido como “el simple relator de hechos, recopilador de fuentes o escritor costumbrista de su localidad”. Desgraciadamente, algunos no han comprendido su real dimensión humana y profesional; no han entendido que su interés está centrado en investigar y difundir la historia del municipio. Por ello, su trabajo no puede ser utilizado con fines políticos, ni para intereses de personas o grupos.
En su justa dimensión, es un ciudadano (a), cuyo esfuerzo se centra en investigar, recopilar, archivar y difundir la historia de su comunidad y ofrecer sus conocimientos a la comunidad de su ámbito territorial y muchas veces a otras comunidades aledañas, apegado (a) siempre a normas de conducta y moralidad demostrativas de los más claros valores comunitarios, que le dan la autoridad para investigar, preservar y defender  el patrimonio cultural comunitario.
Felizmente, la legislación venezolana, en claro conocimiento de la dimensión histórico social del cronista, consagró en la Ley Orgánica del Poder Público Municipal la misión del cronista; la cual no es otra que, recopilar, documentar, conservar y defender las tradiciones, costumbres y hábitos sociales de su comunidad que permitan historiar su entorno comunitario e incluye al cronista oficial, junto al síndico y la secretaria del concejo municipal como órganos auxiliares del municipio. Con ello se establece que el trabajo del cronista es una actividad que debe permanecer en el tiempo, pues su ejercicio es eminentemente  intelectual, de investigación y divulgación del acervo cultural del municipio y en consecuencia debe velar y defender el patrimonio cultural y la identidad de su comunidad.
Sea oportuno afirmar con el historiador español Jaume Bru i Vidal: “Para quien ha vivido su vida dedicado al estudio y a la investigación, dentro de un mundo en el que predomina el materialismo más exacerbado, y en el que las actividades intelectuales son pretéritas, cuando no ignoradas -y, tal vez, en más de una ocasión, hasta despreciadas- siempre resulta reconfortante encontrar personas que, sin el deseo de recompensa material alguna, trabajan calladamente, sin más ambición que la de dejar a sus contemporáneos y a las generaciones futuras el fruto de los conocimientos adquiridos”. Planteamiento este,  que retrata con justicia el quehacer del cronista oficial y a quien el historiador mexicano Pedro Vargas Ávalos compara con un perseverante misionero de la cultura.
La labor del cronista oficial constituye un apostolado, porque cualquier hora, día y noche son válidos para investigar, comunicar y atender a los interesados en información relativa a la comunidad. El cronista, a través de su oficio y/o de su profesión, investiga, aprende, educa, informa, forma, es un maestro popular, que afanosamente preserva en el espacio y en el tiempo el conocimiento histórico comunitario para transmitir de generación en generación  las raíces históricas y el quehacer de los ciudadanos de una comunidad determinada. Ser cronista es estar identificado integralmente con la comunidad donde habita, sentir sus fracasos, sus equivocaciones, compartir sus vivencias, su cotidianidad, sus triunfos, sus alegrías. Nada ni nadie debe interferir la interacción cronista-comunidad, pues somos el albacea del quehacer socio cultural, el doliente silencioso de los fracasos y de los triunfos de quienes habitamos un espacio territorial, cuyo principal elemento y razón de ser son sus habitantes y su quehacer socio cultural; sólo a ellos nos debemos. El compromiso es con la comunidad.
 cronistademacanao@gmail.com

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