lunes, 18 de marzo de 2013

Niños expósitos en Margarita


Cronic-Academia
Francisco E. Castañeda M.
 18-03-2013
Los casos de niños expósitos, es decir, los recién nacidos que han sido abandonados por sus padres, fueron bastante frecuentes en el territorio insular margariteño durante la época colonial. Estos infantes eran conocidos con el nombre de “incluseros”, porque “Inclusa”, era el nombre que se le daba a la casa donde eran recogidos y criados. También se les denominaba “hijos de la Iglesia”. De acuerdo con las costumbres de la época, el apellido Iglesias, por lo general, estaba íntimamente asociado a esa condición.
En relación con el tema que nos concierne, a continuación presentamos algunos ejemplos producto de la revisión de los libros sacramentales que reposan en el Archivo Diocesano de La Asunción. Así, en fecha 22-IX-1718, “fue bautizada Luisa Gabriela, expósita, a quien halló a las puertas de la casa de su morada el Sargento Jacinto de Lárez, vecino del valle de Tacarigua de esta feligresía. Fueron sus padrinos: Felipe y Gabriela de Lárez” (Fuente: Libro de Bautismos. Año: 1710-1721, Santa Ana del Norte). Asimismo, en fecha 20-II-1722, “Yo, Dn. Juan de Mello y Carrera, cura en propiedad del Smo. Sn. Joseph de Paraguachí, bapticé, puse oleo y chrisma a Fernando Joseph e Rosa Lusya (sic), hijos de padres no conocidos. Fue su madrina Ana Vilorya (sic), española, POR CARIDAD” (Fuente: Libro de Bautismos, N° 2, Años: 1713-1758, San José de Paraguachí). Igualmente, en fecha 4-IX-1733, “Yo, Carlos López de Alcántara, cura propio de la parroquia de San Joseph de Paraguachí, bauticé y puse oleo y chrisma a Juan, de padres no conocidos, allado (sic) por los guaiqueríes en la Sabana. Fue su padrino Juan de Brito” (Fuente: Ibid.).
Ahora bien, sobre el particular, consideramos que estos infantes, probablemente, fueron hijos de “mujeres blancas”, independientemente que hayan sido registrados en los libros bautismales correspondientes a la “gente de color” (no fue sino hasta el año de 1794, cuando estos pequeños pudieron ser inscritos en los libros de “gente blanca”), por cuanto entre las mujeres pertenecientes a las diferentes castas mezcladas (mestizas, negras, mulatas, pardas), no existían razones de peso para ocultar o abandonar a una criatura recién nacida como se evidencia en los altos índices de ilegitimidad que presentan estas poblaciones de acuerdo con los resultados de nuestras investigaciones. Mientras que en el estamento correspondiente a las mujeres blancas, el comportamiento femenino estaba normado por los principios del honor, el recato y la reputación pública, de tal manera que cualquier transgresión de ese orden, por ejemplo, mediante una relación amorosa prohibida, ilícita, además de quebrantar los preceptos legales y morales establecidos, proyectaba sobre esa persona una mácula difícil de borrar, afectando, por extensión, la honorabilidad familiar. En consecuencia, resultaba conveniente, en estas situaciones, desentenderse de esa responsabilidad ya fuese por la vía del abandono o cualquier otra opción, como la única alternativa para preservar su dignidad y decoro.



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